COMO EN 1923
EL RESTABLECIMIENTO DE LA PREVIA CENSURA
Después de la una de la madrugada de hoy, recibimos del Gobierno civil un oficio comunicándonos el restablecimiento de la previa censura, a la cual quedamos sometidos con arreglo a las instrucciones siguientes, que hacemos públicas para conocimiento de nuestros lectores:
«Cumpliendo órdenes superiores del Gobierno, le participo que, a partir del día de hoy, viernes, 12, y hasta que se revoque, se establece en estas oficinas del Gobierno civil la previa censura de prensa para aquellas noticias relacionadas con los sucesos actuales de Jaca, perturbaciones de orden público derivadas de aquéllos, así como también las relacionadas con las huelgas sindicalistas en curso, y desde mañana, para toda clase de noticias e informaciones.
Por consiguiente, le ruego que desde esta noche misma envíe tres galeradas de cuantos artículos periodísticos y noticias informativas pretenda publicar el diario de su dirección (en todas sus ediciones) en relación con los temas indicados, y desde mañana, tres galeradas de toda clase de artículos.
El señor ministro de la Gobernación dará información oficial diariamente de cuanto en estas cuestiones acontezca, única información que podrá autorizarse.
Madrid, a 12 de diciembre de 1930. — El gobernador, José M. Caray.»
— Omitimos por nuestra parte todo comentario.
Nuestra futura actuación
Vamos a procurar situar nuestra actuación frente al futuro político de nuestro país. No es cosa fácil, puesto que hay una incógnita a resolver: el régimen político que regirá. ¿Continuará la monarquía? ¿Se implantará la República? He ahí la incógnita a resolver. Y es fundamental, porque según se resuelva este problema será distinta la actuación política del Socialismo en nuestro país. Si la monarquía continúa, cosa improbable dado el grado de descomposición a que ha llegado, ¿cómo hemos de actuar? Como hemos actuado hasta estos tiempos, se responderá. Sí, pero acentuando nuestra hostilidad al régimen monárquico, que, por vivir siempre al margen de la ley, no permite la evolución jurídica de la sociedad ni la actuación democrática del país y se ha convertido en una dificultad insuperable para nuestro avance.
Un régimen que para sostenerse tiene que gastar en Guerra y Marina más de 868 millones de pesetas, en clero más de 67 millones, en fuerza de orden público más de 271 millones, mientras que en Instrucción pública, el que debiera estar mejor dotado, tiene una consignación de 195.345.958 pesetas, está juzgado y condenado.
Por eso España no es sólo analfabeta : es ignorante. El término medio de analfabetismo es el de un 45 por 100. ¿Y cuál es el de la ignorancia? Porque hay algo peor que no saber leer y escribir, y es que lo que uno sepa sea también una dificultad a la evolución de las ideas. Hay en España infinidad de pueblos en los que el analfabetismo supera la cifra del 75 por 100. ¿Y con esta incultura se quiere tener una democracia efectiva y bien ordenada? Imposible. La base de nuestra democracia no hay que buscarla sólo en las grandes urbes, sino en el campo. Son muchos los millones de ciudadanos españoles que viven escondidos en los valles y en los pintorescos repliegues de nuestras montañas que tienen sentimiento liberal y democrático, pero carecen de la cultura adecuada para que ese sentimiento se convierta en conciencia efectiva, firme.
Hay otra razón que dificulta el desarrollo de esta conciencia democrática: es el desenvolvimiento económico de nuestros agricultores. Viven oprimidos por los dueños de la tierra. No sólo no tienen reservas económicas, sino que no tienen siquiera los elementos indispensables para atender a sus más apremiantes necesidades. De modo que aunque ellos quieran suplir con sus recursos particulares, organizando la enseñanza de sus hijos, la insuficiencia del Estado, no pueden tampoco. A esta realidad dolorosa se debe que en los pueblos y hasta en las ciudades haya una serie de escuelas llamadas cristianas que, además de no enseñar nada útil, son un tóxico para la conciencia. Y cuando un grupo de hombres fuertes, rebeldes contra esta trágica realidad, crean una escuela y la quieren orientar de una manera libre, pedagógicamente hablando, no pueden. El jesuitismo cae sobre ellos y los inutiliza.
Los católicos españoles no quieren un pueblo culto y libre. Lo prefieren ignorante. Que rece, pero que no piense. Que crea, pero que no razone. Esta es la situación. ¿Que es triste y trágica? Exacto. Pero es así.
Y siguiendo la monarquía no puede cambiar. Es imposible. Y contra esta realidad dolorosa tiene que ir el Socialismo con resolución y energía. Y para lograr vencer no tenemos otro camino que el de la propaganda oral, para formar las Asociaciones obreras y las Agrupaciones socialistas. La propaganda «oral», entendedlo bien. El orador es para nosotros indispensable. A los analfabetos hay que convencerlos de la bondad de nuestros ideales con la palabra hablada, ya que la escrita tienen la desgracia de no entenderla. Nuestro orador no debe ser ampuloso, que se cuide más de la retórica que de la idea, del éxito personal que de la obra a realizar. Tiene que ser hombre conocedor de los problemas que tiene planteados nuestras realidad social, sereno y razonador. Cada discurso debe ser una lección de la realidad, y las lecciones tienen que repetirse muchas veces. No se debe hablar sólo de las aspiraciones, sino de la posibilidad de alcanzarlas y de las dificultades con que se tropezará para lograrlo. Razonar, convencer más que exaltar las pasiones, tiene que ser la misión de nuestros oradores.
Esta labor debemos realizarla principalmente los «autodidactos», los que nos hemos formado en los medios obreros, y por razón del ambiente en que hemos vivido y del que no nos hemos separado, afortunadamente para las ideas, estamos más en carácter para la realización de esta obra de desbrozar el camino para que luego puedan ir otros compañeros de superior cultura a perfeccionar y embellecer lo por nosotros iniciado.
Si las cosas se dieran de la manera que venimos analizando—lo que ya hemos dicho al comienzo que no deseamos—, es de esperar que vengan al Socialismo muchos sectores de intelectuales. Estos tienen una útil misión que cumplir.
La principal es la de contribuir a nuestra preparación cultural para que podamos acometer con más eficacia nuestra obra en el campo. Tienen en esto un gran papel que llenar. ¿Y cuál sería nuestra actuación operado el cambio de régimen y establecida la República ?
Dejemos esto para otro día. Pero adelantaremos que no seríamos ministerialistas. Aún no está España preparada para ello. Ministerialistas no lo seremos ni de la monarquía ni de la República. Eso de ningún modo. Sería una gran desgracia para España y para el Socialismo. Ya hablaremos de ello.
Pero seríamos un formidable sostén de las nuevas instituciones republicanas. Y no lo decimos por halagar, sino porque así está determinado por los imperativos de nuestra conciencia.