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Serradilla del Arroyo I, (Salamanca)

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El proceso de desamortización

El proceso de desamortización consistió en la expropiación forzosa y posterior subasta pública de tierras procedentes de la iglesia, sus órdenes religiosas y las propias del Estado o comunales de los ayuntamientos. A lo largo del siglo XIX, con el fin de obtener fondos con que pagar la deuda pública y sufragar los gastos producidos por las guerras carlistas y la intervención española en la guerra de independencia norteamericana, se llevaron a cabo varias de estas desamortizaciones. Las desamortizaciones fueron fruto de las políticas modernizadoras de gobiernos liberales, que además de obtener una gran cantidad de dinero, pretendían aumentar la productividad del campo, poniendo en explotación terrenos abandonados o infrautilizados. Con los terrenos expropiados se hicieron lotes con la suma de pequeñas parcelas, asesorados por los ayuntamientos, pero que, en general, quedaron en manos de aquellos que tenían fondos suficientes para comprarlos, de forma que se produjo una gran concentración de suelo en pocas manos, para bien o para mal de la economía del país, de la articulación del mundo agrario y de la vida de los pequeños propietarios o jornaleros.

Tierras de los dominicos de la Peña de Francia

En lo alto de la peña de Francia se fundó alrededor de 1436 un monasterio de frailes dominicos que regentaban el santuario en el que se veneraba la virgen negra aparecida en el lugar. La desamortización de Mendizábal, iniciada en 1835, hizo desalojar el monasterio y se incautó del mismo y de sus propiedades. En un artículo aparecido el 23 de abril de 1848 se describe la peña de Francia en estos términos: "La vista encuentra por todos lados gigantescas pirámides cubiertas de nieblas a manera de un velo, nieblas que elevándose al ascender el sol, coronan las cimas con vaporosos penachos y dejan percibir, como edificado entre nubes, el ruinoso edificio que fue convento de los dominicos de la Peña de Francia." En ese mismo año, el 2 de septiembre de 1848 se publicó la lista de los censos que estaban a la venta desde el 7 de abril, por parte de la Administración de Fincas del Estado. Uno de estos era el número 1.163 por el que Diego de Ocaña o sus herederos y unos vecinos de Acebo, en la Sierra de Gata, debían pagar 22 reales y 31 maravedíes anuales por la compra del convento de dominicos de la peña de Francia. El censo era una especie de crédito hipotecario que el tal Diego de Ocaña, en este caso había firmado para la compra del convento. No obstante, el 10 de abril de 1.856, la reina Isabel II dispuso que la imagen de la virgen de la Peña de Francia fuese devuelta al monasterio que anteriormente había ocupado en aquella cima o en una ermita que se había de construir en su falda, siendo esta asistida por un capellán y dos ermitaños, bajo la protección de los obispos de Salamanca y Coria y costeada con donaciones particulares. El día 8 de septiembre de 1860 se celebró  la festividad de la Santísima Virgen de la Peña de Francia, en su mismo Santuario, con la solemnidad que se celebraba antiguamente. Predicó el Doctor don Pedro Manovel y Prida, presbítero esclaustrado de la orden de Santo Domingo y catedrático de teología en la Universidad de Salamanca. Pasados los años, los dominicos regresaron para hacerse cargo, de nuevo, del santuario el 16 de julio de 1900.

Entre las propiedades del monasterio de la Peña de Francia, estaban muchas tierras de diferentes pueblos de la comarca. Como tantas otras propiedades, el día 17 de noviembre de 1843 se sacaron a subasta, ante los señores don Benito Serrano y Aliaga, Ministro honorario de la Real Audiencia de Cáceres y juez de primera instancia de Madrid, y don Vicente Romeral, escribano de número, unos terrenos de secano y regadío en el término de Serradilla del Arroyo, con una superficie de 78 huebras y 30 cuartillos. En el momento de la subasta estaban arrendados al concejo y vecinos del pueblo hasta el 15 de agosto de 1844, y por ellos habían de pagar 36 fanegas de trigo anuales. Para la subasta habían sido tasados en 28.334 reales y 6 maravedíes, y capitalizados en 28.347 reales y un maravedí, que es la cantidad en que se sacaban a subasta. 

La huebra era una medida antigua de superficie referida a terrenos de cultivo. Esta palabra hacía referencia a la superficie que en una jornada se podía labrar con una yunta de bueyes o de mulos. Por este motivo existían huebras de diferente superficie. La huebra de Ávila equivalía a unas 22 áreas, pero existían huebras de 44 áreas. Por lo que hace a las fanegas, tanto se utilizaban como unidad de la superficie de cultivo, como de volumen de los frutos obtenidos en esos terrenos. En tierras de Castilla la fanega equivalía a unas 64 áreas de superficie y a unos 55 litros y medio de volumen. Hablando de volumen, la fanega equivale a dos cuartos, cuatro cuartillas o doce celemines. En el caso del terreno de los dominicos de la Peña de Francia podrían ser en total unas 17 o 34 hectáreas de superficie, según la equivalencia que se utilice. En la actualidad una hectárea de cereal produce unas 90 fanegas de trigo, en aquel tiempo sin duda habría de ser mucho menos.

Ya en la década de los años 30, en pleno siglo XX, en enero de 1935, se vendieron unas tierras en Serradilla del Arroyo, conocidas con el apelativo de «Renta de Francia», procedentes de testamentaría de doña María Magdalena. El encargado de realizar la venta fue Gregorio M. Rivero, domiciliado en la calle Filiberto Villalobos número 9 de Ciudad Rodrigo.

Una yugada de labor, procedente del Hospital civil de la Pasión de Ciudad Rodrigo

El Hospital civil de la Pasión se construyó en 1492 en Ciudad Rodrigo, en unos terrenos cedidos por los Reyes Católicos, que fueron corrales y sinagoga de los judíos expulsados. Originariamente perteneció a la orden hospitalaria de San Juan, también conocida como Orden de Malta u Orden del Hospital. En  1854 se hicieron cargo del hospital las Siervas de María. En la actualidad todavía está en uso, regentado por una junta formada 12 seglares y 12 clérigos. Durante la desamortización de Madoz realizada entre los años 1854 y 1856 el hospital perdió sus propiedades rurales.

Entre todas estas tierras, en 1861 se subastó una yugada de labor, situada en el término municipal de Serradilla del Arroyo. Este lote de fincas estaba compuesto de 20 tierras, 4 linares y varios pies de castaño, con una superficie total de 106 estadales de primera calidad, 2.029 de segunda y 2.517 de tercera, que equivalían todos ellos a 8 fanegas, 3 cuartillos y 8 estadales. Estas tierras estaban muy repartidas, ya que había dos tierras en la Cuesta del Molinillo, una en el Cachoque, otra en Valde las puertas en el término de Serradilla del Llano, otra en el río de Barruecos, otra en el Bajoncillo, tres en Entrecarreras, una en el Regato del Saoz, otra en el camino de la Fria, dos en la Cumbre, una en el Regato de los Riscos de los Nogales, otra en el Pozo de la Fria, otra en Valderroble, en el término de Serradilla del Llano, otra enclavada en la dehesa de Fradamora, otra en Valde la Nava, dos en la Ladera de Maria Gonzalez, un linar en la Pacha, otro de riego con un pie de castaño en Valdeporquerizo, otro en el sitio de la Honda, otro en el del Hoyuelo, y finalmente cuatro pies de castaño, de segunda calidad, en terreno bravío, perteneciente al Común de vecinos, en el sitio encima de la Cumbre. 

La yugada de labor era algo similar a la huebra, es decir, la superficie que se podía labrar en un día con una yunta. En el caso que nos ocupa hace más referencia a un cantidad indeterminada de tierra, que se concreta en estadales y fanegas y que vendrían a ser poco más de cinco hectáreas. El estadal cuadrado equivalía a 16 varas cuadradas y una vara a 83 centímetros. En Castilla, 576 estadales cuadrados equivalían a una fanega.

El conjunto de la yugada estaba arrendada a Antonio Serradilla hasta el ocho de Septiembre de 1861 por una cantidad de 120 reales anuales por lo que había sido capitalizada en 2.700 y tasada en 151 reales en renta y en 3.780 en venta, que servirían de tipo para la subasta.

La Dehesa Boyal

Una dehesa boyal era, como se conocía en el siglo XIX, un terreno comunal de pasto en donde los vecinos del pueblo podían soltar y pastorear ganado vacuno. En 1854, la desamortización impulsada por Pascual Madoz, aparte de las propiedades de órdenes religiosas, también pretendió vender los bienes comunales de los ayuntamientos y lo hizo en gran medida, aunque en algunas ocasiones no se llevo a la práctica. Este es el caso de Serradilla del Arroyo, en donde su dehesa boyal, de una superficie de unas 200 hectáreas, se exceptuó de la desamortización en agosto de 1867. Años más tarde, el 18 de septiembre de 1889 se produjo un incendio en el monte del Estado número 137, es decir, en la dehesa boyal de Serradilla del Arroyo, que por informes de la Guardia civil del puesto de Ciudad Rodrigo se sabe que quemó 2.575 áreas de pasto, es decir unas 25 hectáreas. El ayuntamiento siguió arrendando los pastos  de la dehesa boyal por muchos años. El 3 de mayo de 1892, a las diez de la mañana, se realizó la tercera subasta de sus pastos con asistencia del capataz de cultivos de la comarca, por un valor de salida de 400 pesetas y con arreglo al pliego de condiciones que estaba expuesto al público en la secretaría del ayuntamiento.

El 13 de septiembre de 1901 se publicó un listado de montes exceptuados en la desamortización, por razones de utilidad pública, en la provincia de Salamanca. Entre estos estaban los siguientes. En el pueblo y municipio de Serradilla del Arroyo las Sierras Guindo y Dehesa boyal Carazo cubiertas de Erica Australis, planta conocida como brezo rubio, limitando al N. con Dehesa Vallefrío, perteneciente a Guadapero, agregado a Serradilla del Arroyo, y términos municipales de Tenebrón y Maíllo, al E. con término municipal de Tenebrón, al S. con término de Monsagro y Serradilla del Llano, terrenos labrados de particulares y términos municipales de Atalaya y Zamarra, al O. con términos municipales de Ciudad-Rodrigo y Tenebrón. Ocupa una superficie total de 2.826 hectáreas y una superficie forestal de 2.815 hectáreas. La Dehesa Vallefrío y Sierra en el pueblo de Guadapero de 2.209 hectáreas totales y 2.195 forestales. Limita al N. con término municipal de Tenebrón, al E. con términos de Morasverdes y Tenebrón, al S. con monte Las Sierras, Guindo y Carazo de Serradilla del Arroyo y O. con término municipal de Tenebrón. Estos montes están recubiertos de Quercus tozza, también conocido como roble melojo. La dehesa boyal, Val de Herreros y Lombo, en el pueblo de Serradilla del Llano cubiertas de Erica Australis, limitan al N. con término municipal de Serradilla del Arroyo, al E. con término de Monsagro y Dehesa de Porteros, de particulares, al S. con terrenos labrados de particulares y al O. con terrenos labrados de particulares. Tienen una superficie de 254 hectáreas, todas ellas forestales y están cubiertos de Erica Australis.

Con el brezo que cubría buena parte de estos montes se hacía, al menos hasta 1904, carbón vegetal. Por esta razón el 5 de abril de 1949, el ayuntamiento de Serradilla del Arroyo informa al Distrito Forestal y Dirección General de Agricultura, sobre la desaparición de la Cepa de Brezo en el término municipal. También se aprovecha para solicitar del Distrito Forestal que se repueblen los montes y se gestiona la autorización del Distrito Forestal y Dirección General de Agricultura para la realización de roturaciones en el monte público número 42. 

Como hemos visto, la dehesa boyal no era el único monte del Estado en el ayuntamiento de Serradilla del Arroyo. Otro de estos montes públicos era el número 139. El 4 de julio de 1895 la guardia civil de Serradilla del Arroyo denunció en el Juzgado municipal a varios vecinos por haber hecho roturaciones sin autorización, en el monte referido anteriormente.

El aullido del lobo

En tiempos pasados, durante los peores meses del invierno, en sierras y montañas, se hacía más patente la presencia de lobos que atacaban al ganado y le daban muerte. En el siglo XIX, en las señas que para su venta o reclamación se daban de los caballos eran frecuentes las relativas a cicatrices fruto de las mordeduras de los lobos. La Alcaldía Constitucional de Navas del Madroño, en Cáceres, comunicaba que en la noche del 13 de mayo de 1864 faltó de la dehesa boyal de esa villa y sitio de la era nominado de la Ragüera, término jurisdiccional de Brozas, una jaca propia de Benito Rosado, de esa vecindad, de las señas siguientes: Pelo castaño, seis cuartas con corta diferencia, de siete años, tenía una cicatriz en el anca derecha de resultas de haber sido mordida de lobo, en el pie izquierdo marcada de haber sido labrada a fuego, entera, estrella pequeña en la frente, y una herida reciente en el lomo de una mordedura del caballo padre de la referida dehesa, desherrada de la mano derecha. 

Las noticias en los periódicos pudieran parecer a veces algo exageradas y, sin duda, eran fruto de la necesidad de crear opinión e influir en las autoridades provinciales para obligarles a permitir que se hiciesen batidas para cazar lobos. Como botón de muestra podemos decir que a comienzos de febrero de 1895 el alcalde de Villaprovedo, en Palencia, dirigió al Gobierno civil una comunicación diciendo que el en término de aquella villa habían aparecido gran número de lobos, y solicitando que con el fin de tranquilizar al vecindario se autorizase una batida general que llevarían a cabo los mismos habitantes si no se les oponía dificultad legal. Para acabar con los lobos también se utilizaron otros medios. A comienzos de enero de 1895, el alcalde del turolense pueblo de Jaulín solicitaba autorización para envenenar carne con el fin de exterminar al gran número de lobos hambrientos existentes en las montañas de Aragón.

A comienzos de marzo de 1891, la prensa salmantina afirmaba que parecía ser que con motivo del extraordinario número de lobos que se veían de algún tiempo a esa parte en la Sierra de Francia, se hallaban aterrorizados los habitantes de dicha comarca. A finales de noviembre de 1992, en los pueblos de la Sierra de Francia preocupaba seriamente el gran número de lobos que invadían dichos pueblos haciendo grandes destrozos en el ganado. Hacia el 15 de dicho mes los lobos acometieron a un toro de la ganadería de Terrones, y lo destrozaron. También en Sequeros faltaron en esos días 18 cabezas de ganado vacuno, 46 de lanar y 18 de cerda, devorados por los hambrientos lobos. En varios pueblos establecieron guardas permanentes de entre el vecindario para no cesar en el ojeo ni de día ni de noche. Algunos alcaldes de la comarca solicitaron la ayuda de fuerzas del ejército para devastar a estos animales que por efecto del hambre eran un constante peligro para aquellos habitantes. En el mismo sentido, a comienzos de enero de 1901 en la prensa salmantina, e incluso nacional, se advertía del excesivo número de lobos que, al parecer, invadían la comarca de Ciudad Rodrigo, poniendo incluso en peligro a los pastores. Por esas fechas fueron acometidos por los lobos unos carboneros que regresaban de Serradilla del Arroyo, viéndose en grave apuro para salvar su vida.

Si bien no eran frecuentes los ataques de los lobos hacia las personas, se dieron a veces casos en los que extrañas circunstancias rodearon la muerte de algunos pastores, tal cual se narra en la siguiente crónica del sábado 15 de julio de 1893 del "Diario de Córdoba".

Crimen misterioso

"Ampliando los datos que ayer ofrecimos a nuestros lectores al dar noticia del encuentro de los restos de un niño en el sitio llamado "Llanos del Conde", debemos añadir las siguientes versiones que, con carácter al parecer autorizado, han llegado hasta nosotros. 

Eustaquio Moreno, de 10 años de edad, se encontraba al servicio de Juan José Delgado, dueño de la choza de «Salamanca,» situada en la colonia de los Llanos del Conde, término municipal de Villaviciosa, a corta distancia del arroyo de los Majuelos y como a unos trescientos metros del paraje en que aparecieron los restos de que ayer dimos cuenta. El jueves día 29 de junio último hallábase en esta capital el Juan José Delgado, acompañado de su mujer llamada Dolores Torres, quedando en la choza de «Salamanca» su hijo Agustín, de veinte años de edad. Dicho día, a eso de las ocho de la mañana, el Agustín llamó al niño Eustaquio que guardaba los cerdos, propiedad del Delgado, con el fin de que tomara el almuerzo, y el Eustaquio hubo de manifestarle que buscaba una cochina que se le había extraviado. El Agustín no persistió en su llamada y en vista de que eran ya las horas de la tarde y no volvía a la choza, hizo en su busca diligencias que no dieron resultado. Agustín Delgado comunicó
el hecho a su padre, y el día 30 supo la noticia el padre de Eustaquio, llamado Andrés Miguel Moreno, que también lo buscó y dio cuenta del hecho a la guardia civil y a la autoridad local de Villaviciosa.

Cuantas pesquisas se hicieron después fueron inútiles, hasta que a las siete y media de la mañana del martes último, el alcalde pedáneo de dicha colonia Antonio Serrano que, acompañado de los vecinos
de la misma Julián Serrano, Rafael Moreno y Joaquin Lucena, buscaban alguna caza, vieron con natural asombro la cabeza, ya limpia, y algunos restos humanos en una vereda de la margen izquierda del arroyo de los Majuelos. A este inesperado encuentro parece que uno de aquellos exclamó: —Esta cabeza es la del niño que se ha perdido. — El alcalde pedáneo y las demás personas que le acompañaban dieron cuenta del suceso a la guardia civil de aquel puesto, y sin pérdida de tiempo el jefe de la linea de Espiel practicó las primeras diligencias, deteniendo al Juan José Delgado y a su hijo Agustín, enviando seguidamente a Córdoba el telegrama circular que ayer transcribimos. En virtud del telegrama aludido, la noche del miércoles salió de esta capital el juzgado de guardia, compuesto del juez señor Hacar, del Abogado fiscal señor Iribarri, y del escribano señor Guillen, que se constituyó en la cañada del arroyo de los Majuelos entre tres y cuatro de la madrugada del jueves. En el lugar referido encontraron la cabeza de Eustaquio Moreno con algunos restos; a corta distancia el sombrero que usó y un pedazo de camisa, y distribuidos en la vereda y en una extensión de treinta metros parte de los demás restos, y algunos pedazos de la ropa que usó el niño Eustaquio Moreno. La espina dorsal y otros huesos pequeños no se encontraban en aquel lugar, y esto, unido a la perfecta limpieza en que los demás restos se hallaban, parece justificar la creencia de que el cadáver sería devorado por el gran número de lobos que principalmente en las horas de la noche andan por aquellas cañadas. El juzgado recogió los restos del cadáver y las ropas encontradas, empezó las diligencias del sumario y ordenó la conducción a la cárcel de Córdoba de los detenidos Juan José y Agustín Delgado, y al terminar aquellos trabajos acudió el juzgado municipal de Villaviciosa que también tuvo noticia de este extraño suceso que, según nuestras noticias, continúa envuelto en el misterio."

La misma crónica deja intuir que la muerte del muchacho no fue debida a los lobos, pero si el aprovechamiento de su cuerpo. Por otra parte parecen muchos lobos para una noche de julio, pero quien sabe, y más después de casi siglo y medio. Más cercano en el tiempo, a continuación, podemos leer el relato apasionante de una batida de lobos en Serradilla.

Emocionante batida de lobos en Serradilla del Arroyo

La siguiente crónica apareció en "El Adelanto" del 17 de enero de 1930. 

"Desde hace algún tiempo, el vecindario de los pueblos de esta comarca, estaba constantemente alarmado por la aparición de gran número de lobos, los que causaban grandes daños en el ganado.

Hace algunos días se dio una batida contra estos animales, y de la cual ya publicó "El Adelanto" información gráfica. Hoy, el cronista, quiere hacer un resumen de la verdadera emocionante batida, y, de sus resultados satisfactorios.

Desde el día primero de año, el rentero de Vallefrío, Ambrosio Velasco Caño, notó la aparición de los lobos, y en dicho día apareció devorada una caballería mayor, que en unión de otras dos, habían quedado en el valle. Se dio cuenta del hecho al señor Alcalde, y este, advirtió al vecindario, que cuantos hubieran visto algunos lobos, lo manifestasen para tomar las correspondientes medidas. 

El pasado día 5, la copiosa nevada que cayó, contribuyó de manera eficaz a dar la batida contra las alimañas. Después de la misa, el alcalde recibió un volante, del presidente del agregado Guadapero, don Bernardino González, dando cuenta de que el propietario y ganadero de la dehesa “Villa Manuel” (antes Carretas), había visto cruzar, con dirección a Cilloruelo, una manada de siete u ocho lobos, y que habían salido en su persecución varias personas. 

Nuestra primera autoridad municipal, entonces hizo saber al público que toda persona que estuviera dispuesta, saliese a dar una batida dentro del termino municipal. Más de ochenta y seis vecinos, a las órdenes del subcabo del Somatén, don Custodio Moro Hernando y de don José Manuel Caño, salieron con el fin antes indicado. Se hizo la colocación de puestos entre Guadapero y Serradilla, próximamente a la una de la tarde de dicho día 5. 

Pasada una hora, aparece uno de los lobos, que es muerto por don Florencio Mangas Corchete, con el natural júbilo de todos los cazadores. Media hora después, aparece una hermosa loba, que tira certeramente el vecino don Agustín González. El entusiasmo al llegar a este punto es indescriptible, pues los dos lobos cobrados son verdaderamente magníficos.

Los cazadores pasan de la montaña al término de la dehesa de Fradamora, donde se consiguió dar muerte a otro lobo, al que tiraron varios cazadores, entre ellos el juez municipal, don Juan Antonio González Martín, y el guardia retirado, don Miguel Prieto. Poco después se le presenta una zorra a don José Manuel Caño Campistro, quien la dirige un expresivo saludo.

Mientras tanto, en el pueblo se tuvo conocimiento de la noticia, saliendo a recibir todo el vecindario a los cazadores. Se echaron a vuelo las campanas y el júbilo fue mayor al contemplar los ejemplares cobrados, qué fueron expuestos en la plaza. El señor Alcalde, ordenó se pasara lista, hallándose todos sanos y salvos, en número de ochenta y seis. Los cazadores manifestaron que habían visto más de ocho lobos, habiendo tirado sobre ellos, sin poder cobrar más que los que dejamos reseñados. Terminó la jornada del día, reuniéndose todos los asistentes a la batida y siendo obsequiados con dulces, licores y cigarros. 

Al siguiente día, se vio cruzar por el camino vecinal un lobo herido, y a la salida de misa, volvió a organizarse la batida, y consiguiéndose dar muerte a otro lobo. Se celebró otra fiesta, a la que asistió todo el vecindario.

Los lobos han sido llevados a Ciudad Rodrigo, donde el alcalde accidental recibió a los comisionados afablemente y ordenando fueran expuestos los animales cobrados, recibiéndose donativos de varios ganaderos. En la misma tarde, los “cadáveres”, fueron llevados a Salamanca, por una comisión del Ayuntamiento de Serradilla del Arroyo, dándose cuenta de la batida al señor gobernador civil, quien tuvo los más sinceros elogios, y haciendo entrega de un donativo al vecino que más se distinguió, don Florencio Mangas Corchete, quién a su vez lo entregó al Ayuntamiento. Con este motivo se están organizando en Serradilla del Arroyo grandes fiestas, de las que daremos oportunamente cuenta. 

Para terminar, en nombre y representación del pueblo de Serradilla del Arroyo, desde estas columnas, doy un millón de gracias a cada una de las personas que han hecho donativos a favor del pueblo y enviando la más sincera enhorabuena a todos los vecinos.

Serafín Martín"

La mina romana de hierro del Pinalejo

Según se puede leer en la "Descripción física, geológica y minera de la provincia de Salamanca" de 1880, desde 1842 a 1864 se hicieron en la provincia más de 200 registros o denuncias de minas, siendo los años de más movimiento el 1843, en que se hicieron 71, 28 de ellos de minas de oro, y el 1855, en que hubo 25. A partir de este año empezó el desaliento minero, y del 1864 al 71 cesaron las peticiones y fueron abandonándose las concesiones obtenidas. En estos años en Serradilla del Arroyo se registraron minas de hierro, y en 1884 todavía se conservaba una cierta actividad minera en la localidad, al menos, en lo que hace al registro de minas de hierro. En una descripción de la actividad minera salmantina del 3 de septiembre de 1884 se informaba de que el hierro se había explotado en la parte meridional de la provincia, y había habido fundiciones en la Alberca, beneficiándose también sus minerales en las herrerías de Herguijuela de la Sierra. En aquellos parajes y en otros de terreno siluriano o de estrato-cristalino se hallaban óxidos y carbonatos de hierro como ocurría en Pozo Airon, situado en la sierra de Ciudad-Rodrigo, por otra parte, entre Villavieja y la calera del Pito había un filón de hierro oligisto e indicios de este mineral en la sierra de Francia y en la del Guindo, aunque sin explotar o abandonados los trabajos mineros.

La fundición de hierro de La Alberca

Por lo que hace a la fundición de La Alberca en la "Revista del Círculo Agrícola Salmantino" del 12 de junio de 1880 se da noticia de un informe sobre la calidad de su hierro.

"Recordarán nuestros consocios que en la Junta general celebrada a fines de Febrero último, D. Dámaso del Canto habló de una mina de hierro explotada por el Sr. Cura de la ermita de Nuestra Señora de la Peña de Francia (Sequeros) otro compañero, ofreciendo mandar una barra para qué se examinase la bondad del producto. Encargada la sección de industria de este examen, comisionó para hacer los experimentos necesarios en sus acreditados talleres a nuestro estimado consocio D. Anselmo Perez Moneo, que, con su amabilidad característica y su incansable afán de ser útil a la industria y a nuestro Circulo se prestó desde luego gustoso aprovechando nosotros esta ocasión para darle los gracias en nombre de nuestra sociedad. 

Después de algunas pruebas, el Sr. Moneo deseó confirmarlas y ampliarlas con el mineral tal cual sale de la mina y facilitado que le fue, con fecha 18 de Mayo, emitió el siguiente informe que hace pocos días hemos recibido. :

«El hierro resulta ser de excelentes cualidades y pertenece a la categoría de hierro fuerte blando. Es menos resistente que el hierro fuerte duro, pero en cambio es más fácil de producir, ofrece menos 
resistencia al fuego, se trabaja fácilmente en frío y en caliente, y conviene sobre los demás para la fabricación de objetos de la cerrajería en general, herraduras, ejes, llantas, alambres, etc. que exigen 
cierta ductilidad y mucha resistencia. Estas son las observaciones que se han hecho en los talleres de construcción de máquinas de los señores Moneo e hijo y Valderrain.» 

Tenemos mucho gusto en hacer público este resultado, felicitando a los interesados y deseándoles el mejor éxito en su empresa. Nuestra Asociación cumple el primero de sus deberes procurando el desarrollo de la agricultura, la industria y el comercio de esta provincia, objeto predilecto de sus afanes y para llenarlo se la encontrará siempre dispuesta."

Manuel de la Cruz Rodriguez

El 5 de agosto de 1865 se publicó, dentro de la sección de Granadilla, la lista de contribuyentes, mayores de 25 años, domiciliados en la expresada sección, que, pagando, con la antelación establecida, la cuota mínima para el Tesoro, de 20 escudos anuales, por Territorial o por Subsidio Industrial, no estaban inscritos en el censo electoral vigente, al cual debían adicionarse sus nombres, juntamente con los de aquellos que, en concepto de capacidad, adquirirían el derecho de votar en las elecciones de Diputados a Cortes, conforme a lo que se prescribía en el artículo 21 y en el 103 y siguientes del título X de la nueva ley. Para el pueblo de Casares de las Hurdes no aparecía ningún contribuyente a añadir, pero si el cura Manuel de la Cruz Rodriguez por el concepto de capacidad, junto con el maestro Santiago Rodríguez. Manuel de la Cruz siguió apareciendo entre los electores de Casares el 31 de octubre de 1865, el 15 de enero de 1867 y el 21 de enero de 1868. Por esta razón, no parece que el citado párroco dispusiese de grandes caudales monetarios para montar su fundición posteriormente en La Alberca, por lo que cabe suponer que él aportase el conocimiento y su socio el dinero para montar la fundición, que más bien, había de ser una pequeña herrería o una forja a "la catalana".

En el pueblo de Casares de las Urdes el 18 de julio de 1869, a petición del señor cura de este pueblo D. Manuel de la Cruz Rodríguez, se hizo presente al Ayuntamiento y Junta de escuela la necesidad que había de una maestra de niñas, y como dicho señor, manifestase era gratuita y que se prestaba a surtir a las niñas de todo lo necesario sin retribución alguna de lo necesario de costura, lectura y escritorio, dichos señores acordaron se habilitase la casa de Ayuntamiento levantándola y arreglándola para local y casa habitación de la referida señora, para lo cual se prestaba el pueblo a dar cada vecino las peonadas que se necesitasen, como igualmente maderas y todo lo necesario con el indicado objeto.

Parece ser que Manuel de la Cruz ejerció más tarde su oficio en Cambroncino, tal como lo indicaba una crónica del 22 de mayo de 1898. 

"Se encuentra en Badajoz, Eustaquio Vegas, de Pinofranqueado, de la provincia de Cáceres, el cual merece toda clase de consideraciones por su conducta honrada. Este Vega fue el que capturó a dos criminales en un camino del término de Vegas de Coria, en ocasión en que peligraba la vida de D. Manuel de la Cruz Rodriguez, cura párroco de Cambroncino. Por ese hecho honroso y por otros que ha realizado, es digno de que las autoridades de Cáceres presten al Eustaquio Vega la protección a que se ha hecho acreedor, dándole un modesto destino que sirva para el sustento de él y de su familia."

Moneo e hijo y Valderrain

El 9 de noviembre de 1879 se publicó la lista de las cantidades recaudadas para el socorro de los hermanos de las provincias de Almería, Murcia y Alicante, por la Sociedad de obreros. Entre las diferentes empresas de curtidos, carpinterías y otras están los dependientes de la casa "Moneo e hijo". En la sección de fundición trabajan 6 personas, en la de modelación 4, en ajustaje y tornos 12, en las forjas 4, en calderería 4, en hojalatería 6, los obreros del tejar eran también 6, todos ellos con sus nombres y el dinero aportado. Los jefes de los talleres eran Anselmo P. Mirát, Antonio Valderrain, Gumersindo Moro, Andrés Pedraza y Simón Romero. Las dependencias de comercio y escritorio estaban ocupadas por Gonzalo Mier, Julián García, Agapito Villanueva, Alejandro Romero, Marcos López y Anselmo P. Moneo.

El 14 de agosto de 1881, dentro de la descripción de la fábrica de almidones movida a vapor de los señores Mirat e hijo de Salamanca se informa de que también acababan de montar con magníficos aparatos, traídos unos del extranjero y construidos los más en los Talleres de fundición y reparación de máquinas de los inteligentes industriales Sres. Moneo e hijo y Valderrain, la fabricación de almidones de arroz para el planchado, en competencia con los ingleses, que ya tenían a la venta y que producían excelentes resultados.

El 26 de julio de 1883, en la sesión del Ayuntamiento de Salamanca, a propuesta de la Comisión de alumbrado, se acordó consultar a personas competentes, sobre la proposición hecha por los Sres. Moneo é hijo y Compañía, para la instalación de cuatro focos eléctricos en la próxima feria.



El 14 de septiembre de 1884 se describe la feria de Salamanca y los objetos expuestos en las diferentes naves de la exposición. En el ala derecha de la nave del naciente se podían ver, entre otros, un
templete con piso de ladrillo prensado, columnas de hierro y cubierta de zinc, dos prensas de aceite, dos de vino, un jarrón con juego de candelabros de fundición, bancos rústicos, tipos de baranda,
balcón y cuatro norias, aparatos de ducha, tres bombas y cristales grabados, ladrillos, baldosines y tejas, de Anselmo Moneo e hijo y Valderrain.


Forja catalana

En "La España Regional" de 1887 se describe someramente el procedimiento de la forja catalana. 

"Que la gloria de este paso importantísimo de la metalurgia del hierro sea para Cataluña un hecho es que se hallará tanto más lógico, cuanto más observemos la manera como la Naturaleza dispuso en algunos lugares de nuestra región, por ejemplo, las vertientes de nuestros Pirineos, los elementos constitutivos de la forja catalana. Allá se hallan, en aquellas vertientes, los ricos minerales de hierro, en particular el hierro espático y aun el oligisto, allá inmensos bosques que dan de balde inacabable combustible; allá, en fin, chorros eternos de puras y cristalinas aguas, ofreciéndose á los esforzados obreros para que de ellas usen de todas las maneras que convengan al trabajo industrial emprendido, y como estos elementos corresponden a maravilla a los constitutivos de la forja catalana, lógico resulta que ésta brotara casi sin esfuerzo en aquellas regiones, en cuanto la actividad y el genio industrial pusiera a contribución aquellos elementos. 


Los elementos de la forja catalana a que nos hemos referido, debieron ser, en la época que nos ocupa, un hogar para la reducción y fusión del mineral, un rústico martillo que desde muy antiguo debió ser hidráulico, un yunque y una máquina soplante, que debió consistir primero en la antiquísima trompa (1) hidráulica, y poco después en el fuelle; y si añadimos ahora que el hierro obtenido por este método catalán es de superior calidad, que exige minerales cuya riqueza no baje de 40 por 100 de hierro metálico, que su práctica requiere no común habilidad unida a una robusta constitución física y que hasta muy entrado el siglo XVI nada trascendental se innovó en esta industria, también resultará lógicamente explicado el por qué de la estima constante que gozaron los hierros catalanes y el de la prosperidad consiguiente de esta manifestación del trabajo industrial en Cataluña desde los siglos XIII y antes, hasta el XVI. 

(1) Consistía la trompa hidráulica en hacer pasar un chorro de agua con la rapidez natural de su caída por el interior de un tubo o caja provisto de agujeros y que comunicaba por su extremidad inferior con otra caja mayor que hacía las veces de depósito de aire."

En las "Nociones de química general" de 1995, se describe el procedimiento de la forja catalana tal como sigue. 

"Este método se emplea, cuando se trata de minerales muy ricos en hierro y no se tiene combustible barato. La reducción se practica en una cavidad cuadrangular llamada crisol, de unos siete decímetros de profundidad, adosada a un muro y abierta en macizo de fábrica tosca (piedras y arcilla). En este, penetra una corriente de aire por una tobera situada lateralmente. El carbón que se introduce se va
aumentando en cantidad en cuanto está bien encendido, echándolo por el lado de la tobera y el mineral por el opuesto.


Se va formando ácido carbónico que se cambia en óxido con exceso de carbón. El primer gas al pasar por el óxido de hierro le reduce dejando libre al metal. Una parte del óxido se combina con sílice, formando escoria de silicato ferroso o alumínico ferroso fusible, que no se reduce por el carbón y que origina una perdida de hierro. Resulta una masa esponjosa que tiene interpuesta parte de la escoria, se la golpea con un gran martillo (martinete) para reunir las partículas del metal.

El mineral conviene rociarle con agua, al introducirle en la forja. Por término medio se emplean 6 horas en cada operación de una forja. El producto es por término medio de 150 kilogramos de hierro en barras, consumiéndose próximamente 470 de mineral y 500 de carbón."

Minas registradas en Serradilla del Arroyo

El 17 de noviembre de 1897 se registraron, a favor de un vecino de Serradilla del Arroyo, 24 pertenencias de una mina de hierro denominada "el Guindo", situada en ese término municipal. El 2 de junio de 1901, don Julio Bertran, vecino de Gijón, registró en el término de Serradilla del Arroyo, la mina de hierro "Cuevita" de veinticuatro pertenencias. A finales de febrero de 1902 el ingeniero de minas don Juan Aguilera y el auxiliar don Críspulo Baza, estuvieron destacados realizando trabajos de demarcación de minas en el término municipal de Serradilla del Arroyo. El 17 de abril de ese mismo año el Gobernador civil aprobó la demarcación de la mina de hierro practicada por el Ingeniero don Juan Aguilera y su auxiliar don Críspulo Baza, en el mes de marzo en Serradilla del Arroyo, con el nombre de"Cuarta". El 16 de julio de 1904, don Carlos Hévia, vecino de Salamanca, presentó una solicitud de registro de cincuenta pertenencias de mineral de hierro para una mina titulada "Rosamala", en el término de Serradilla del Arroyo. 

En 1904, en la "Breve reseña geográfica..." de Casiano Sánchez, no tan solo se cree que haya minas de hierro, sino también de fosforita, pero sin más referencias. 

Excursiones a la cueva del Pinalejo

La zona de la fuente y cueva del Pinalejo fue lugar de excursión para los habitantes de los pueblos de El Maillo y de Serradilla del Arroyo, en días como el lunes de aguas u otros. Ocasión para llevar el hornazo y el vino de casa, y para los que se atrevieran también entrar a la cueva. En 1953 aparecieron en "El Adelanto" los relatos de tres de estas excursiones. El primer relato apareció en "El Adelanto" el 6 de octubre de 1953.

"La Cueva de Serradilla del Arroyo

Con frecuencia, con harta frecuencia en los últimos meses, pueden espigarse entre las noticias de los periódicos muchas que se refieren, al descubrimiento de esta o aquella cueva en los más variados lugares. Es, pues, ir de la mano de la actualidad el descubrir una más fuera del reducido circulo de gentes que oyeron hablar de ella y del mucho más reducido de serradillanos que la han explorado.

La cueva que conocemos en el término municipal de Serradilla del Arroyo adquiere una especial importancia por el hecho de que parte de ella al menos se debe a la mano del hombre. ¿Tal vez en lejanos tiempos, se explotara algún yacimiento en las entrañas de estos montes? Seria necesario un mayor interés investigador en los que se adentran en ella para hablar de mina. Esperamos en fecha no
lejana contribuir a unos resultados más convincentes.

La Sierra de la Jasteala, una mole de rocas de cerca de dos mil metros de altura, y la Sierra del Guindo, más escasa en metros y en consistencia, forman un ángulo imperfecto que comprende una serie de lomas, suelo muy áspero pero de fácil acceso, que van a morir en los caseríos de La Nava y en
el término de El Maillo, En una de ellas, la loma “De la Cueva”, más elevada y más abrupta, se descubre muy difícilmente la pequeña y negra abertura, circundada de rocas y de robles, cuya madera seca y quebrada dice bien del paso del tiempo. Al pie de esa vertiente, de descenso muy brusco, termina Serradilla y ya se pisa tierra de El Maillo. Los helechos, las jaras, los carrascos, el rumor perpetuo del riachuelo del pinalejo, improvisan una frontera muy superior a la que los hombres pudieran establecer. Y sólo los pastores se pierden por allí. El agua que acompaña a su sencillísima comida ha pasado por filtros subterráneos más perfectos que los creados por el ingenio humano. Ya sabe El Maillo que puede disponer de un embalse ideal y cómodo cuando apriete el calor. 

Volvamos a la cueva. Hay unas dos horas de camino desde la última casa de Serradilla hasta ella, sin grandes prisas y procurando no pisar demasiado el camino vecinal. Son más sanos los atajos. Y más
seguros. Allá por la hora y media llega el viajero a  dominar el valle de Aguablanca, algo así como un sueño del turismo. Es una cadena de pequeños huertos o “cerrados”, que ofrecen una vegetación sin
par a cambio de verdaderos ríos que bajan de la sierra y que inundan los surcos. Y sobra agua para ahogar en flor los incendios que de vez en cuando producen en el monte los que van a leña. Se añaden al valle unos montes que le circundan, y a la mochila una modesta merienda... y no hay fiel cristiano que vuelva al pueblo en el día.

Cuando forzando la voluntad se aleja uno de allí, ya está casi en la cueva, Casi, porque hay que saltar todavía una buena extensión de tomillos y helechos. Al llegar a la entrada, puede haber, y la hay, duda. Si se vence, hay que empezar por arrastrarse. Y de esa manera empieza el espeleólogo de turno a adentrarse en lo profundo. Cuando se va a empezar a andar como por la calle, hay que bajar a un pozo. Se baja, porque no tiene agua. Otra abertura, y de nuevo a reptar por un estrecho tubo de roca. Y cuando el asunto se normaliza, otea el oscuro espacio el que haya entrado, y ve un peñasco suspendido a pocos metros de su cabeza, antes de que otro aluvión de piedras de todos los pesos y medidas le corte definitivamente el paso. Son de suponer los resultados que provocaría una regular detonación allí dentro. 

Se ha comprobado, misterios de la espeleología, que al salir nuevamente a la luz del día, se pasa mucha hambre. Y como también se ha comprobado que a la entrada no se ha instalado ninguna cafetería, todos procuran llevar sus cosillas. 

Cuando el sol inicia su descenso por las alturas de Aguablanca, ha de volverse al pueblo. Durante breve espacio acompaña a la marcha por el monte el murmullo de las aguas que bajan de la Jasteala, de aquel imponente “lavadero” sobre el que hemos contemplado uno de los más bellos paisajes de la provincia.

Después, van quedando atrás el agua, los árboles, los huertos, y el campo so enrojece al ir perdiéndose el sol “tras los montes” de Portugal, Y cuando, bordeada la falda del Hormazal, se llega a la vista de
Serradilla, ya las horas van perdiendo su condición de atardecer.

Parece que en el aire quedan flotando aromas de jara y de tomillo y rumores de arroyuelos de cristal, corrientes que brotan de una mole de rocas de cerca de dos mil metros de altura. 

GONZALO GARRIDO. Madrid, 1953"

El segundo relato apareció en "El Adelanto" el 7 de noviembre de 1953.

"Descenso a las tenebrosas profundidades de la Cueva del Guindo, en Serradilla del Arroyo

Una aventura de espeleología, rodeada de leyendas fantásticas y peligros verdaderos

Aún queda en el misterio el fondo de esta vieja mina romana, ya medio derruida

¿Leyendas? Las ha tenido la Cueva del Guindo, de todos los colores; las tiene todavía, su colorido puede ser negruzco, rojizo, verde y jaspeado como las peñascos, que parecen defenderla de unos pasos imprudentes. 

Estas leyendas suenan con armonías pintorescas; dejan sabor musical en labios de pastores, que acaso adrede, están allí formando parte de un paisaje de Arcadia; son música extraña en los oídos de los que como nosotros, pagados de nosotros mismos, osamos no hacer caso a nada por suponer que en cuentos y leyendas estamos ya al cabo de todo. 

Se hablaba de miriadas de mosquitos que impedían la entrada, de numerosas alimañas monstruosas, de espíritus raros, de todos los fantasmas de la fantasía pastoril, de unas grandes puertas de hierro, en las que un pastor de hace muchos años juraba haber aprendido a repicar; de un otro becerro de oro, que a pesar de ello podría matar al suicida que llegara hasta él, y de guardianes gigantescos, que es fama que custodiaban gran caudal.

Se trata en realidad de una mina romana de hierro, ya tan derruida, que casi no se observa ¡ta disposición de sus galerías; de techo en ángulo diedro, aunque lo conocido es tan sólo un respiradero entre una serie de hoyos y escombreras, una boca de no más de medio metro, un tobogante ruso y una excavación alargada de 39 metros. 

A la izquierda la entrada semioculta de una galería de 68 metros —paso de culebras—, medido con la cuenta de 34 cuerpos 1,7 metros de un servidor y 0,30 metros hasta el hombro de mi compañero), que da a un pozo, hoy cegado. Al fondo y en el techo, un boquete de paso a otra galería alta y amplia (hasta hace dos meses), que por una rampa en espiral cae a un segundo pozo, y cuyo fin comienza o termina la verdadera mina; la dirección seguida parece ser oeste, a creer en una brújula enloquecida entre rocas de hierro y de pirita.

Con aire de espeleólogos y esa cara de las circunstancias importantes, fuímonos un buen día a la cata de frutas por las diminutas, perdidas y poco holladas sendas de mi tierra y por ellas una, dos, tres veces a husmear, a buscar hasta el fondo, a arponear en él una verdad fea y vieja, de tantos años como a metros de altura está la montaña; y la última vez quisimos verle el fin y no pudimos verlo, pues ya alguien entendió que era necio luchar contra los elementos.

Cuando éstos se salen de su sitio y se derrumban en enormes masas de piedras para obstruir un paso por donde un mes antes se fue de pié y hoy se culebrea; fregando el pecho con los pedruscos, sin atreverse a levantar un hombro por temor a mover una piedrecilla que a lo peor sostiene el bloque bajo el cual se avanza. 

Cuando un paseo por el subsuelo se torna en triste reptar  por un lóbrego infierno arruinado, sólo queda encogerse de hombros; magullándose, reptando filosóficamente, heroicamente, humorísticamente, para llegar, como llegamos, en un exceso de humorismo, hasta un pozo al que en otra exploración más feliz dimos un nombre de triunfo, que ahora hubiera, sido ironía pronunciarlo, pues si el peligro no empezaba allí, al menos quedaba atrás... 

La Sima de San Martín puede producir fanática afición a la espeleología, pero hay cuevas donde está afición debía ser digna de mejor causa. El pozo ya no tenía su figura geométrica y aquella especie de arco ciego de dovelas bien marcadas en la piedra rojiza, sobre la embocadura, quedaba apenas discernible a la luz del acetileno; una hilada de piedras trapeciales con tres agujeros cada una, solares quizás de garfios de hierro y dos peñascos travados entre si, hacían un frontón hueco sobre el pozo, sobre el absurdo alquitrabe de unas piedras a punto de rebasar el borde. 

La vigueta de roble atravesada e  inexplicablemente ilesa, nos sirvió para atar la escala, por la que descendimos sus seis metros; la pared presentaba una repisa, de anchura justa para asentar los pies. 

Después, se abría a todos lados una gran excavación, que permitía al candil un amplio movimiento pendular, a nivel del fondo visible. Embocaban la galería principal palos ennegrecidos por el tiempo en un pendiente embudo hacia una suerte de cloaca bajo nuestros pies y nos quedaban cuatro metros más de soga y quizás uno y medio de aire.

Pero lo más grave era que el verdadero fondo consistía en un torrente de agua oscura, que saliendo de la pared se perdía en la, al parecer, continuación casi vertical del pozo. 

Fue de rigor que en el instante preciso un ruido molesto en nuestra situación, nos hiciera fijarnos en la vigueta y apresurarnos a evitar la pérdida de nuestro único asidero; mi compañero no olvidará fácilmente el cuarto de hora que pasó adherido a una pared resbaladiza, mientras se preparaba su difícil ascenso. Y arriba estuvimos más de una hora, mirando con tanta sonrisa el fondo por donde aquel río de agua se engullía en no se sabe que oscuras entrañas de lo más secreto del monte. 

Parecía que deseábamos preguntar algo a un misterio frente a nosotros, y que empezaba allí; ¡era lo irremediable! ¡No pudimos llegar! 

La mina seguía hacia el sur; acaso es que viniera del S. y nos halláramos en el fin de ella, única entrada conocida hoy y que no tardaría en cerrarse. 

Lo que hace un mes había comenzado, podía concluir de pronto, y esto, unido al ruido del agua, al aleteo, de los murciélagos, a mil extraños sonidos salidos de no se sabía donde, hacía que nos sintiéramos muy poco seguros; tuvimos humor para decir algo de veinte siglos, que desde que desde abajo nos miraban, pero nos faltó valor para colgar nuestras vidas sobre ese agua que bajaba negra y de un palo que crujía dejamos con nuestros nombres una tarjeta de visita a los duendes o a los espíritus y nos fuimos en busca del sol decididos a... ¿Volver? Hoy por hoy no; mañana, cuando la más estricta prudencia desaparezca del mundo, tal vez; y la prudencia... ya se sabe, es una cosa rara, que equilibra la temerosidad cuando ésta toma en serio el peligro. Pero hay cierto aspecto del peligro, tan tenebroso, que sólo puede tomarse en broma antes de entrar en la Cueva del Guindo. 

Serradilla del Arroyo, 5 de noviembre de 1953, G. E. y A. P." 

El tercer relato apareció en "El Adelanto" el 22 de diciembre de 1953.

"Nueva bajada a la Cueva del Guindo

Sucedió que nuestra fiebre exploradora, surgida de pronto en un ambiente aventurero, igualmente imprevisto, el humor, un travieso humor que hizo pacto con una curiosidad casi femenina, dio al traste con la prudencia que un día cacareamos y ciertamente en un momento en que nuestra piel parecía carne de gallina, decidimos intentar nuevo descenso a la cueva del Guindo.

En un día en que hasta el tiempo parecía tirar de nosotros para atrás. Era un verdadero huracán desencadenado de las amarras de la sierra: teníamos la idea de introducir un palo sano de roble, pero ante la imposibilidad de pasarlo por la galería derruida llegamos al pozo en idénticas condiciones que otras veces; colocamos una polea en el extremo más fuerte de la traviesa y encomendándonos a todos los santos descendimos, atados con una soga, perdiendo en este descenso un frasco con aceite, lo que nos dejaba a merced de la del candil, ya que de carburo no pudimos prevenirnos. 

El piso de la caldera, ligeramente inclinado, presenta la huella guijarrosa dejada por la filtración del agua, que gracias al buen tiempo de los últimos días no vemos. El cortado L presenta una oquedad tubular, que internándose en la pared se dobla sobre si misma y vuelve a salir un poco por encima de la entrada, con su diámetro de ochenta centímetros, es algo inexplicable, a no ser que influya en la corriente de aire ascendente, que con intermitencias se nota en la boca del pozo, y un tubo análogo se encuentra en otro pozo hoy cegado, del piso superior; decididamente, en este segundo piso todo parece fuera de lógica; dábamos como seguro que la continuación era hacia el S., pero la brújula marcó una dirección O., que parece ser exclusiva de la mina; el nombre de “Galería de los murciélagos” brota automáticamente, pues éstos, orejudos y mayores de lo normal, vivían por cierto colgados en racimos y armando ratonil algarabía, nos dio confianza suponer que tales diablos no suelen almacenarse donde pueda producirse fácilmente derrumbamiento. 

En todo el recorrido no he podido encontrar galerías transversales, ni una dirección S., que dada la de la sierra y la de otras huellas de pozos exteriores en ella sería lo natural. 

Avanzando 22 metros surge de pronto una pared de piedras yuxtapuestas, sin ningún aglutinante, que obstruye la galería; pero la elevación del techo permite, después de subir más de dos metros, continuar nuevamente, aunque dejando la sección triangular por la cuadrada. La pared N. es de roca lisa y la del S., generalmente de piedras, entre las que sobresalen palos y restos de ellos; después de mucho andar el suelo comienza a descender, la sección se hace de medio punto y en un momento casi se cierra, dejando una ratonera absurda, que mide 30 centímetros de alto, por 10 de ancho, que a poco trecho vuelve a ampliarse, describiendo una cerrada curva hacia la derecha; luego, inesperadamente, hay que arrastrarse bajo un inmenso bloque, perfectamente prismático, sostenido por un poste semicarbonizado, con la extravagante altura de 25 centímetros, sobre una peana arenisca de otros 10; pasado esto, la galería se dobla de pronto a la derecha, describiendo una semicircunferencia de cuatro metros de longitud y toma la dirección opuesta O — E.

En dicho recodo el absoluto silencio del impace se llena prodigiosamente de rumores, es como si de golpe llegaran ecos lejanísimos de alguna melodía, que desde otra patria se filtrara a través del peñasco; indistintamente oímos rumor de viento, sonar de ramas, un casi inapercibido alborotar de esquilas y olor de vida al aire libre; se nos antoja que estábamos a poca distancia de la otra vertiente, pero no había ni rastro de lógica abertura. Después, la galería continuaba ondulando, hasta que de nuevo parecía descender; pensando en otro pozo y en que el aceite se nos agotaba, retornamos.

Estrenando estas rutas tal vez desde el paso nervioso del último minero, debajo de una linde entre dos pueblos estuvieron representados dos aspectos de Salamanca; nos acompañaba un armuñés, hombre de llanura, que veía estas tierras por vez primera; los demás nos sentíamos ciudadanos del mundo, un pobre mundo oscuro, prisionero en las rocas, enterrado en un tiempo anochecido eternamente; pisábamos un suelo al que una larga ausencia de pasos volvió virgen; descubríamos otras “Indias Negras”, lindes borradas de un ayer ya vaporoso, en el que entrábamos como almas aturdidas, bordeando un destierro hijo pródigo de alguna historia. La luz hacia oscilar las sombras, como velos fantásticos recogidos de pronto; parecía que unos raros espíritus de la penumbra se replegaban escandalizados de un avance sacrílego y unas formas desde el fondo de un tiempo descentrado en los rincones de un mundo que se hacia añicos nos esperaba; pero estos lares subterráneos ya perecen ser nuestros y si serán, mientras quede un poco más que ver y un poco más que dar. ¡Volveremos!

G. DE LA FUENTE, A. PEREÑA, Serradilla del Arroyo, 11 de diciembre de 1953."

A lo que parece la minería del hierro en la Sierra del Guindo no presentó gran actividad en tiempos modernos. Parece demostrado que la cueva del Pinalejo fue en su momento una mina de este mineral, quizás romana, medieval o algo posterior. El mineral que se haya extraído de esta mina se tuvo que transformar en hierro en instalaciones similares a las forjas catalanas, al igual que de este sistema también hubo de ser la fundición de La Alberca. 

La fabricación de mantas y sayales

En las "Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España", de 1795 se da cuenta de que en Serradilla del Arroyo hubo en lo antiguo fábricas de tejidos de lana. Al parecer, en 1777 existían 29 telares, en los que trabajaban varios maestros formando parte del gremio. De estos telares salían mantas sayales, alforjas, y sayaletes.

Desde la guerra de sucesión, allá por el año 1713, esta industria estaba en decadencia, entre otras cosas, por los abultados impuestos, llamados gabelas, que tenían que pagar las fábricas gremiales, y en menor medida por el pago de las contribuciones y el derecho de alcabala que se pagaba a S.M. Para poder seguir vendiendo a un precio razonable los tejedores se vieron obligados a disminuir la calidad de sus tejidos, o sea, su peso y duración. Por mejorar la situación nada pudieron hacer los veedores, que eran los inspectores que controlaban la calidad de los productos fabricados por el gremio, ya que también ellos eran tejedores, ni los jueces y ayuntamientos que conocían la penuria económica de estas fábricas. 

La mayor parte de los maestros tejedores, por lo  general vivían en casas propias, y aquellos que las alquilaban lo hacían con una renta anual de 2 a 4 ducados. Los  jornaleros de este oficio ganaban al telar en cualquiera género de trabajo un jornal diario de 4 reales, y en la carda tres reales. Un ducado equivalía a 11 reales castellanos y 1 maravedí y un real a 34 maravedíes. Dada la poca entidad de las fábricas, muchos de los empleados en ellas se veían obligados durante algunos meses obligados a labrar algunas tierras, y dedicarse a jornal a otros trabajos. 

Para comenzar la operación se había de lavar la lana lo suficiente antes de cardarla e hilarla. Esto implicaba un gran número de hilanderas que hacían este trabajo, unas a la rueca y el uso, y otras, que eran las más, a torno de rueda. Por esto ganaban un jornal diario de un real de vellón, y por libra de peso, al respecto de ocho maravedíes, siendo lo regular en éstas hilar cinco libras. 

Las manufacturas de tejidos en el partido de Ciudad-Rodrigo eran de lana vasta y churra, y los productos de ella se reducían a mantas dobles y sencillas, sayal, paño de fachas, xerga doble y sencilla, y costales. Para ello se utilizaban unos doscientos telares, y en cada fábrica uno o dos de estos. Para la fabricación de mantas se necesitaba un tejedor, dos cardadores, tres hilanderas para tramar, y un muchacho para hacer canillas, para hacer sayal se ocupaba la misma gente, y para el paño de fachas dos personas para tejer, una para hacer canillas, dos cardadores, y cuatro hilanderas para trama. 

Para elaborar la xerga se necesitaba un tejedor, uno para hacer canillas, un cardador, y dos hilanderas y en las fábricas de costales, un solo maestro tejedor, sin oficial ni aprendiz, en el caso de que el hilado del urdimbre se haga fuera. En todas estas fábricas, por lo regular, trabajaba un facultativo con uno o dos telares, de los que cada cual trabajaba para sí, y algunos, que eran los mas, a jornal. 

En los telares del partido de Ciudad-Rodrigo se consumían unas 6.500 arrobas de lana basta del país, y  alguna cantidad de lana entremerina, que en parte se traía de Zamora. El precio de la lana basta era de 30 a 40 reales la arroba, y la de entremerina zamorana de 46. Cada telar consumía unas 30 arrobas por término medio.

Con una arroba de lana blanca se podía fabricar una manta, y un tercio de otra de las dobles, dos mantas y un tercio de otra de las sencillas, y trabajada en xerga veinte varas, la misma arroba de lana negra fabricada sayal, producía siete varas, y en paño de fachas seis varas. 

Del paño de fachas y sayal de estas fábricas se vestían la mayor parte de los fabricantes, la gente que se ocupa en las mismas, los labradores y sus criados. Los eclesiásticos, religiosos, y monjas vestían por lo común con paños de las fabricas de Segovia, Bejar, Torrejoncillo, Casa-Texada, y Garrobillas.

La manta casera doble se vendía de 32 a 34 reales, de 18 a 20 la sencilla, 9 reales la vara de paño de fachas, de 6 a  7,5 la de sayal y de dos a dos y medio la vara de xerga. El paño de fachas, sayal, xerga, y alguna porción de mantas se vendían en las ferias y mercados del partido de Ciudad Rodrigo, y la mayor parte de las mantas pasaba a Portugal pagando los derechos de rentas generales en las aduanas de la raya y, en menor medida en las ferias y mercados del Reino, en donde pagaban el derecho de alcabalas. 

A una distancia de una o dos leguas de los pueblos del partido de Ciudad Rodrigo en donde se tejía, existían unos ocho batanes, y los fabricantes tenían la libertad de ir al que les tenía más cuenta, ocupando para portear los géneros un mozo y una caballería. El coste de este trabajo era de unos 4 maravedíes por vara. Los tejidos encogían en el batan, a lo largo una cuarta por vara, y a lo ancho desde una y media a dos cuartas. En el caso de sayales y xergas, si se estiraban recuperaban prácticamente la merma que tuvieron en su longitud. El paño de fachas de siete palmos de largo y seis de ancho, quedaba reducido a cinco palmos de largo y vara de ancho. Las mantas caseras de dos paños con su costura, de tres varas y tres cuartas cada una de largo, y vara y media de ancho, quedaban en tres varas menos cuarta de largo, y dos varas de ancho.

En estas fábricas no se usaban tintes. Por otra parte, estas fábricas no tienen desperdicios, pues siendo como su lana de inferior calidad, la que se corta sirve para incorporar con otras, y hacer los referidos géneros de mantas sayal.

Los telares eran todos de una misma forma, con la única diferencia de las primideras. Los tejidos tenían dos varas de ancho, y hasta tres y media de largo. La vara equivalía a 83 centímetros y la cuarta a 20.

En 1827 en Serradilla del Arroyo existía una fabrica de mantas, sayales, costales y alforjas.

En 1839 el Boletín oficial de la provincia de Cáceres, daba cuenta del requerimiento para la captura de tres malhechores que robaron a unos arrieros en Carcaboso. Entre los objetos robados se encontraban cuatro mantas de la fábrica de Serradilla del Arroyo.

En 1849 aun se conservaban dos telares en los que se fabricaban mantas, jergas y sayal. 

En 1882 en Serradilla del Arroyo trabajaban como tejedores Luciano Espinas Clemente y Joaquin Moro Sánchez.


En el "Semanario de Salamanca" del 29 de octubre de 1796 se muestra la producción anual de tejidos y demás industrias de la provincia de Salamanca, tal como aparece a continuación.

De lino y cáñamo se trabajaron de lienzos regulares 304.834 varas, con un precio corriente de 8 reales, de estopa 141.112, a 6, de mantelería 5.378, a 10, de colchas 1.011, a 60 y de cinta de hilo 8.171 piezas, a 6 reales. Todo ello con 1.523 telares. 

De lana, de paño treinta y quatreno 200 varas, a 70 reales, de treinta y doseno 300, a 60, de treinteno 2.000, a 48, de veinte y seiseno 83.400, a 30, de veinte y quatreno 20.000, a 28, de veinte y doseno 20.000, a 26, de diez y ocheno 14.380, a 22, de catorceno 3.750, a 18, de doceno 7.535, a 16, de granas 20.000, a 58, de estameñas de todas clases 575, a 10, de bayetas y bayetones 200 piezas, a 792 reales, de mantas de todos colores 4.799, a 60, de costales 8.790, a 20, de alforjas 1.042, a 12, de terliz 350 varas, a 8 reales, de sayal blanco y negro 40.080, a 14, de picotes 5.119, a 4, de xerga 2.899, a 4 y de tocados y beatillas 1.999, a 2 Todo ello con 530 telares.

De seda, de pasamanería 600 libras, a 130 reales y de cordonería 13.500. Todo ello se hizo con 15 telares.



Referencias bibliográficas

El proceso de desamortización

El Correo salmantino, Número 49, 23 de abril de 1848, Pág. 1 "el ruinoso edificio que fue convento de los dominicos de la Peña de Francia..."

Boletín oficial de la provincia de Cáceres, Número 106, 2 de septiembre de 1848, Pág. 2 "Diego de Ocaña o sus herederos y unos vecinos de Acebo..."

Diario de Palma, 9 de junio de 1857, Pág. 3 "el 10 de abril de 1.856, la reina Isabel II dispuso que la imagen de la virgen de la Peña de Francia fuese devuelta al monasterio..."

Adelante,  Año I, Número 37, 30 de agosto de 1860, Pág. 4 "el día 8 de septiembre de 1860 se celebró  la festividad de la Santísima Virgen de la Peña de Francia, en su mismo Santuario..."

Diario de avisos de Madrid. 11 de noviembre de 1843, Pág. 2 "el día 17 de noviembre de 1843 se sacaron a subasta, ante los señores don Benito Serrano y Aliaga..."

Miróbriga, 27 de enero de 1935, Pág. 3 "se vendieron unas tierras en Serradilla del Arroyo, conocidas con el apelativo de «Renta de Francia»..."

Adelante - 21 de febrero de 1861, Pág. 4 "se subastó una yugada de labor, situada en el término municipal de Serradilla del Arroyo..."

La Provincia, 22 de agosto de 1867, Pág. 3 "su dehesa boyal, de una superficie de unas 200 hectáreas, se exceptuó de la desamortización..."

El Fomento, 20 de septiembre de 1889, Pág. 3 "el 18 de septiembre de 1889 se produjo un incendio en el monte del Estado número 137..."

El Adelanto, 27 de abril de 1892, Pág. 2 "a las diez de la mañana, se realizó la tercera subasta de sus pastos con asistencia del capataz de cultivos de la comarca..."

Gaceta de Madrid, núm. 256, de 13 de septiembre de 1901, páginas 1315 a 1321, CATÁLOGO DE LOS MONTES Y DEMÁS TERRENOS FORESTALES EXCEPTUADOS DE LA DESAMORTIZACIÓN POR RAZONES DE UTILIDAD PÚBLICA, Formado en cumplimiento a lo dispuesto en el artículo 4º del Real Decreto de 27 de febrero de 1897, "las Sierras Guindo y Dehesa boyal Carazo cubiertas de Erica Australis..."

Breve reseña geográfica, histórica y estadística del partido judicial de Ciudad Rodrigo, Sánchez Aires, Casiano, 1904 Ciudad Rodrigo, Imprenta y Librería de Cástor Iglesias, Pág. 145 "con el brezo que cubría buena parte de estos montes se hacía, al menos hasta 1904, carbón vegetal..."

El Adelanto, 5 de abril de 1949, Pág. 3 "el ayuntamiento de Serradilla del Arroyo informa al Distrito Forestal y Dirección General de Agricultura, sobre la desaparición de la Cepa de Brezo..."

La Información, 5 de julio de 1895, Pág. 3 "la guardia civil de Serradilla del Arroyo denunció en el Juzgado municipal a varios vecinos por haber hecho roturaciones..."

El aullido del lobo

Boletín oficial de la provincia de Cáceres, Número 61, 21 de mayo de 1864 Pág. 4 "tenía una cicatriz en el anca derecha de resultas de haber sido mordida de lobo..."

El Correo de España, 3 de febrero de 1895 Pág. 17 "a comienzos de febrero de 1895 el alcalde de Villaprovedo, en Palencia, dirigió al Gobierno civil una comunicación..."

El Correo de España, 6 de enero de 1895 Pág. 15 "el alcalde del turolense pueblo de Jaulín solicitaba autorización para envenenar carne..."

El Fomento, Año XI Número 2088, 10 de marzo de 1891, Pág. 2 "con motivo del extraordinario número de lobos que se veían de algún tiempo a esa parte en la Sierra de Francia..."

La Opinión, 30 de noviembre de 1892 Pág. 3 "en los pueblos de la Sierra de Francia preocupaba seriamente el gran número de lobos que invadían dichos pueblos..."

El Eco de Santiago, 2 de enero de 1901, Pág. 1 "se advertía del excesivo número de lobos que, al parecer, invadían la comarca de Ciudad Rodrigo..."

Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos, 15 de Julio de 1893, Pág. 2 "parece justificar la creencia de que el cadáver sería devorado por el gran número de lobos..."

El Adelanto - 17 de enero de 1930, Pág. 4 "pasada una hora, aparece uno de los lobos, que es muerto por don Florencio Mangas Corchete..."

La Nación - 20 de enero de 1930, Pág. 2 "han entregado donativos a los vecinos de Serradilla del Arroyo, que dieron muerte a cuatro lobos..."

La mina romana de hierro del Pinalejo

Descripción física, geológica y minera de la provincia de Salamanca, Gil y Maestre, Amalio, Madrid, Imprenta y fundición de Manuel Tello, 1880, Pág. 260 "desde 1842 a 1864 se hicieron en la provincia más de 200 registros o denuncias de minas..."

Revista del Círculo Agrícola Salmantino, 12 de junio de 1880 Pág. 7 "una mina de hierro explotada por el Sr. Cura de la ermita de Nuestra Señora de la Peña de Francia y otro compañero..."

Boletín oficial de la provincia de Cáceres,Número 94, 5 de agosto de 1865, Pág. 12 "para el pueblo de Casares de las Hurdes no aparecía ningún contribuyente a añadir, pero si el cura Manuel de la Cruz Rodriguez por el concepto de capacidad..."

Boletín oficial de la provincia de Cáceres, Número 97, 21 de octubre de 1869 Pág. 2 "la necesidad que había de una maestra de niñas, y como dicho señor, manifestase era gratuita..."

La región extremeña, 22 de mayo de 1898 mayo 22 Pág. 2 "capturó a dos criminales en un camino del término de Vegas de Coria, en ocasión en que peligraba la vida de D. Manuel de la Cruz Rodriguez..."

Adelante, 9 de noviembre de 1879, Pág. 6 "las dependencias de comercio y escritorio estaban ocupadas por Gonzalo Mier, Julián García, Agapito Villanueva, Alejandro Romero, Marcos López y Anselmo P. Moneo..."

El amigo, 14 de agosto de 1881, Pág. 3 "construidos los más en los Talleres de fundición y reparación de máquinas de los inteligentes industriales Sres. Moneo e hijo y Valderrain..."

El Fomento, 26 de julio de 1883, Pág. 3 "proposición hecha por los Sres. Moneo é hijo y Compañía, para la instalación de cuatro focos eléctricos en la próxima feria..."

El Progreso, 14 de septiembre de 1884, Pág. 5 "tres bombas y cristales grabados, ladrillos, baldosines y tejas, de Anselmo Moneo e hijo y Valderrain..."

La España Regional, Año II, Tomo III, 1 de enero de 1887, Pág. 176 "un hogar para la reducción y fusión del mineral, un rústico martillo que desde muy antiguo debió ser hidráulico, un yunque y una máquina soplante..."

Nociones de química general, Andrés de Montalvo, Valladolid, 1985, Pág. 179 "La reducción se practica en una cavidad cuadrangular llamada crisol, de unos siete decímetros de profundidad..."

Monografía de las aguas y baños minerales de Ledesma, A. García López. Madrid, Establecimiento tipográfico de los Sucesores de Rivadeneyra, 1884, Pág. 38 "en 1884 todavía se conservaba una cierta actividad minera en Serradilla..."

El Progreso, 3 de septiembre de 1884, Pág. 1 "había un filón de hierro oligisto e indicios de este mineral en la sierra de Francia y en la del Guindo, aunque sin explotar o abandonados los trabajos mineros..."

El Adelanto, 17 de noviembre de 1897 Pág. 2 "se registraron, a favor de un vecino de Serradilla del Arroyo, 24 pertenencias de una mina de hierro denominada "el Guindo"..."

El Adelanto, 2 de junio de 1901, Pág. 2 "don Julio Bertran, vecino de Gijón, registró en el término de Serradilla del Arroyo, la mina de hierro "Cuevita"..." 

El Adelanto, 22 de febrero de 1902, Pág. 3 "el ingeniero de minas don Juan Aguilera y el auxiliar don Críspulo Baza, estuvieron destacados realizando trabajos de demarcación..."

El Adelanto, 17 de abril de 1902, Pág. 3 "la mina de hierro practicada por el Ingeniero don Juan Aguilera y su auxiliar don Críspulo Baza, en el mes de marzo en Serradilla del Arroyo, con el nombre de"Cuarta"..."

El Lábaro, 16 de julio de 1904, Pág. 2 "registro de cincuenta pertenencias de mineral de hierro para una mina titulada "Rosamala"..."

Breve reseña geográfica, histórica y estadística del partido judicial de Ciudad Rodrigo, Sánchez Aires, Casiano, 1904 Ciudad Rodrigo, Imprenta y Librería de Cástor Iglesias, Pág. 145 "no tan solo se cree que hayan minas de hierro, sino también de fosforita..."

El Adelanto, 6 de octubre de 1953, Pág. 3 "la cueva que conocemos en el término municipal de Serradilla del Arroyo adquiere una especial importancia por el hecho de que parte de ella al menos se debe a la mano del hombre..."

El Adelanto, 7 de noviembre de 1953, Pág. 4 "se trata en realidad de una mina romana de hierro, ya tan derruida, que casi no se observa ¡ta disposición de sus galerías..."

El Adelanto, 22 de diciembre de 1953, Pág. 4 "el nombre de “Galería de los murciélagos” brota automáticamente, pues éstos, orejudos y mayores de lo normal..."

Las dos imágenes de la forja catalana provienen del libro "Études sur l'art d'extraire immédiatement le fer de ses minerais sans convertir le métal en fonte", T. Richard, L. Mathias (Paris), 1838

La fabricación de mantas y sayales

Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España,  Eugenio Larruga y Boneta, 1795, Tomo XXXV, Pág. 69 "en Serradilla del Arroyo hubo en lo antiguo fábricas de tejidos de lana..." 

Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal, Don Sebastián de Miñano, Madrid, Imprenta de Pierart-Peralta, 1827, Tomo VIII, Pág. 225 "en Serradilla del Arroyo existía una fabrica de mantas, sayales, costales y alforjas..."

Boletín oficial de la provincia de Cáceres, Número 129, 26 de octubre de 1839, Pág.536 "Entre los objetos robados se encontraban cuatro mantas de la fábrica de Serradilla del Arroyo..."aun se conservaban dos telares en los que se fabricaban mantas, jergas y sayal..."

Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, Pascual Madoz, Madrid, 1849, Establecimiento tipográfico de P. Madoz y L. Sagasti, Tomo XIV, Pág. 201 "

Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración. 1882, página 1.185. "en Serradilla del Arroyo trabajaban como tejedores Luciano Espinas Clemente y Joaquin Moro Sánchez..."

Semanario erudito y curioso de Salamanca, Tomo XIII, Número 379, 29 de octubre de 1796, Pág. 1 "de lana, de paño treinta y quatreno 200 varas, a 70 reales, de treinta y doseno 300, a 60..."
















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